Hace unos años fui a dictar una clase de maestría en la Universidad Externado, en mi primera clase yo vestía de forma un poco casual (jean, camiseta y converse), la verdad si estaba un poco fuera de los estándares tradicionales, pero esto fue parte de un pequeño experimento social,

me presente, mucho gusto, soy el Doctor Joao Aguirre, seré su docente para este curso, algunos me miraron con cara de incredulidad, otros rieron y otros me ignoraron totalmente, tome un marcador y escribí mi nombre en el tablero, y luego me senté parcialmente en el escritorio del docente de forma desafiante, cruce mis brazos y espere unos minutos. Al ver que en su mayoría continuaron con sus actividades normales yo me puse mas serio cada minuto que pasaba, unos minutos después al ver mi actitud, un par de estudiantes se me acercaron y me preguntaron, ¿en verdad Ud. es el profesor de la clase?, yo asentí con la cabeza, ¿en serio Ud. es el profesor?, yo seguía asintiendo, … que no le creo…., fue la expresión de un estudiante, en ese momento una chica de las mas aplicadas pero a la vez incrédula googleo mi nombre y encontró una foto mía, y dijo, muchachos muchachos si, el si es el profesor. Ese fue un momento de descontrol para muchos, otros me repetían la misma pregunta ¿en serio Ud. es el profesor?, y otros intentaban callar a los compañeros para que yo pudiera empezar la clase.

Después de un corto tiempo de intimidación llenando el tablero con conceptos, ecuaciones y cosas aparentemente complejas y extrañas de los temas de la clase hice un alto y pregunte, porque no me creían que yo era el docente, las respuestas fueron variadas, así como, Ud es muy joven para ser doctor, parece otro estudiante mas, Ud. no parece un doctor, a lo cual yo pregunte, y como debería ser un doctor?, las respuestas fueron variadas, pues lógico – respondió un alumno-  de traje y corbata.

Es triste ver especialmente en la sociedad colombiana y mexicana, como se ha tergiversado el concepto de doctor. En estos países se le dice doctor a prácticamente toda persona que vista de traje y corbata, sin importar la entidad para la que trabaje sea publica o privada, pero eso si, vistiendo un traje despierta la admiración de los que lo rodean, haciendo una venia en expresión de respeto. Frases como: “Bienvenido doctor”, “Siga doctor!”, “Doctor, que quiere de tomar?” y cualquier infinidad de frases lambonas que las secretarias, vigilantes, mensajeros, conductores y subalternos le adjudican a selecto grupo de personas.

Después de un arduo estudio de casi 8 años que me llevó culminar el doctorado, personalmente me siento incomodo cuando me llaman doctor, principalmente porque este es un vocablo que ha perdido el respeto y el valor que amerita el gran esfuerzo de desarrollar una investigación y todo lo que implica un estudio de este nivel.

Personalmente considero que esto es una enfermedad que esta atacando a todos los niveles sociales, por un lado, unas personas las usan para exaltar la importancia de su jefe o de quien le da un trabajo, por otro lado, está la exclusiva elite de la alta sociedad que es donde mas prolifera esta enfermedad, incluso en entidades gubernamentales y en el medio de los abogados es donde mas he notado los peores síntomas.

Una experiencia que nunca olvidare fue al ingresar a una oficina de abogados en Colombia, y cuando me presentaban (yo aun no había terminado mi doctorado) me sentí como si estuviera en el centro de investigación del CERN o algo similar, nunca había visto tantos doctores juntos, me presentaban por un lado y por otro, “te presento al doctor Cáceres, y él es el doctor Sánchez,  y por acá esta el doctor Ramírez, y así fue una larga lista de personajes, pensé, ni en la Universidad Nacional de la cual soy egresado había visto tanto doctor junto en una misma oficina. Y como la casta se gana solo por herencia, ese día también conocí al doctor Carlos (de aproximadamente 19 años), quien estaba empezando sus estudios de derecho en una de las prestigiosas universidades, pero ya era reconocido como doctor por ser el hijo del dueño de la oficina de abogados.

Esta epidemia de doctoritis me empezó a despertar cierta fobia por el termino, del cual debería sentirme orgulloso ya que el esfuerzo de obtener este grado académico es motivo para sacar pecho (dice mi papá), pero lamentablemente nuestra sociedad se encuentra tan enferma por la doctoritis, que personalmente he optado por presentarme en todos los espacios con mi nombre de pila y cuando el caso amerita agregar PhD palabra en latín que significa Philosophical Doctor.

El fenómeno de la doctoritis esta causando grandes deterioros en nuestra sociedad, en una esquina están los que quieren dar importancia a otros (hasta cierto punto entendible) y por otro lado los que quieren aparentar lo que no son, estos son los peores, porque quieren sentirse superiores, y exigen que le sea llamado DOCTOR hasta con una venia especial.

Personalmente he conocido unos cuantos personajes con este nivel de fanfarronería y al presentarse lo hacen diciendo: “Mucho gusto, soy el doctor Pepito Pérez”, cuando esto me pasó, respondí: “que bien, un colega, pero cuéntame cual fue el argumento central de tu disertación frente al tribunal doctoral?” ploff!!! perdón? -me respondió- no entiendo tu pregunta, yo no soy de ese tipo de doctores, …. ¿A entonces eres de los doctores que pueden formular una receta medica?, no no no tampoco!, ¿entonces de cual clase de doctores eres? Pregunte. La respuesta fue, simplemente llámeme doctor y punto. En mi memoria me lleve el recuerdo que este es de los del grupo de los HP doctores (recuerden honorables personas).

Es interesante recordar caso de las fantásticas historias colombianas cuando una persona que lustraba zapatos en el centro de la ciudad, llego a obtener un cargo en el gobierno, de un día para otro paso se ser el lustrabotas a ser el honorable doctor XXX por arte de magia.

No hay político que una vez en el cargo no sea bautizado como doctor. No hay abogado que no se sienta irrespetado. No hay funcionario público, de tercer nivel para arriba, que no se sienta con el derecho al título. Pero cambiemos esto, luchemos contra esta enfermedad. La doctoritis es crónica, pero existe una vacuna y curarla no será nada fácil. Es muy simple, bajemos de las nubes a todos aquellos que se sienten mas por tener una etiqueta previa al nombre.

Aproximadamente hace 3 años estoy viviendo en Australia, para gran sorpresa mía, este fue una de las grandes concepciones erradas que se rompieron en mi mente, porque acá llamar a una persona con el titulo de su profesión, por ejemplo, profesor, ingeniero o incluso doctor, es sinónimo de humillación, ponerle una etiqueta a alguien por su estudio es degradarlo por debajo el nivel de ser humano.

Al usar una palabra previa al nombre equivale a hablar irónica o despectivamente al referirse a la persona. Este para mi fue uno de los grandes choques culturales, mas porque los latinos estamos acostumbrados desde el colegio a decir profesor, o profesora, acá se debe tratar la persona por su nombre, porque muchos se sienten ofendidos, así como me ha pasado en algunas ocasiones. Con la gran excepción que el concepto de Professor es concedido realmente a esa persona que cuenta con un doctorado y tiene una amplia experiencia, a estas personas si se les puede llamar Professor porque es de los pocos casos en el cual implica respeto. Para el resto de los casos es una ofensa.

Como conclusión, invito a todas las personas que eliminemos las etiquetas y dejemos de llamar doctores a aquellos HP que se les infla el ego cuando reciben el trato de doctor.

Pdta. Los apellidos y nombres mencionados anteriormente fueron cambiados el respeto de los honorables doctores.

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